Algo que resulta tan obvio por habitual se
convierte en intrascendente, un cambio lento pero inexorable se deja sentir poco a poco, así que permitirme hoy hablaros de metas y cambios trascendentes pues de eso va mi escrito.
Hace poco menos de dos años volví a desempolvar viejas ilusiones y nuevamente me vi inmerso entre sudores y olvidaos esfuerzos practicando deporte, después de un largo paréntesis de más de diez de nuevo estaba dándole a los pedales por la montaña a lomos de una bicicleta.
Hace poco menos de dos años volví a desempolvar viejas ilusiones y nuevamente me vi inmerso entre sudores y olvidaos esfuerzos practicando deporte, después de un largo paréntesis de más de diez de nuevo estaba dándole a los pedales por la montaña a lomos de una bicicleta.
Desde ese día no tan lejano hasta este
mismo momento en el cual estoy escribiendo este artículo sentado delante del ordenador, he
ido desarrollando una particular forma de ver esta maravillosa actividad que
ahora reconozco me ha atenazado con sus poderosas garras.
Cuando ilusionado como un niño fui a comprar aquella Zeus de segunda mano tan inmaculada y tan clásica como yo, en mi interior sabía que ya
era mía, ¿que mas daba la talla, el color, o su antigüedad? si ya tenía mi
pasaporte a la aventura, nuestro idilio estaba más que cantado.
Y así fue, de manera tímida al principio
íbamos juntos quemando etapas, nuestros primeros 17 kilómetros y la Bestia
Negra en El Campello nos desfondaron durante nuestro estreno, pero esto no podía
ser así de duro teníamos que ser pacientes.
Comenzaron poco a poco a caer sin prisas pero tampoco
sin descanso rutas mucho más largas por lugares desconocidos hasta ese
momento por mí, el mágico Cabeçó d'Or, las sierras agrestes y áridas cercanas a
Alacant.
Llegaron las primeras distancias ya
considerables, mis primeros cincuenta kilómetros al saco, cada salida un nuevo
pequeño paso, mi primer dispositivo GPS sujeto al manillar, entenderlo y
sacarle partido fue otro gran momento.
El virus de la bicicleta de montaña ya
estaba en mi sangre y yo cual "zombi" de serie B parecía infectado
para siempre.
También llego a pesar de mi innata prudencia el primer gran
batacazo, fue en el Sabinar y todavía hoy si cierro los ojos puedo ver alguna
estrella luminosa en mi particular galaxia del dolor.
A pesar de los traspiés seguían cocinándose
en mi inquieta mente nuevos retos, salir acompañado fue uno de ellos,
reconfortante experiencia a pesar de que mi espíritu siempre pide soledad y
tiempo para digerir sensaciones y paisajes.
Dobles cambios asaltaron mi precaria
armonía, aparcada que no olvidada quedó mi fiel Zeus, nuevos paisajes
desbordaron mis retinas con otros colores, el rojo y el verde intenso señales
características de una tierra rica en contrastes, también me hice con una nueva
y más avezada compañera de aventuras.
Los retos crecían poco a poco casi sin
darme cuenta, más distancias, más dureza, mas metros de ascensión acumulados,
escalones de bajada prohibidos en el pasado ahora los descendía con cierta
cotidianidad y sobre todo más descubrimientos, muchos más.
Tener el privilegio de seguir disfrutando de paisajes imponentes
que te hacen darte cuenta de tú insignificancia porque ellos impertérritos
siempre estuvieron ahí.
Conocer nuevos compañeros de ruta haciendo
añicos poco a poco ese ermitaño que llevo dentro, nuevos proyectos y nuevos
retos que están por llegar, esperando ver la luz al final del túnel a esas
impertinentes pero constantes dolencias físicas que me acompañan día sí, día no desde hace ya
dos largos años.
Y amigos estoy seguro que llegará otro
caluroso verano y después de manera obligada como no, otro colorido otoño.
Yo mientras seguiré a lomos de mi nueva y también veterana
compañera buscando nuevos retos, nuevos lugares, así será mientras la energía
que me coloco en este mundo quiera que ocurra, nos vemos por los caminos.
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